Cómo afecta el síndrome del impostor al emprender

te contamos cómo afecta el síndrome del impostor a la hora de emprender y evolucionar profesionalmente

Cómo afecta el síndrome del impostor al emprender

Emprender no es solo tener una buena idea y lanzarse. También es lidiar con dudas, miedo, incertidumbre… y, muchas veces, con una voz interna que dice: “no estás preparado/a”, “no eres lo suficientemente bueno/a”, etc. Esa voz tiene nombre: síndrome del impostor. Y aunque no se hable mucho de él en el mundo de los negocios, afecta directamente a quienes emprenden, gestionan microempresas o intentan vivir de su proyecto.

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Aunque suene a algo psicológico o lejano, este fenómeno tiene efectos muy concretos en la forma de gestionar un negocio, pedir ayuda, tomar decisiones o crecer. El síndrome del impostor es esa sensación persistente de que no estás suficientemente preparado/a, de que tu éxito se debe a la suerte, de que “en cualquier momento se van a dar cuenta de que no sabes lo que estás haciendo”. Y sí, muchas personas emprendedoras lo sienten.

Aunque en España no hay estadísticas específicas sobre cómo afecta este fenómeno a quienes emprenden, los datos internacionales sí ofrecen pistas muy claras. Según el estudio The Impostor Phenomenom, publicado en el International Journal of Behavorial Science, el 70% de las personas sienten o han sentido en algún momento de sus vidas laborales que no merecían su éxito.

Según un estudio publicado por Elite Business Magazine en 2022, el 78% de los propietarios de pequeños negocios en Reino Unido reconocen haber experimentado el síndrome del impostor. Es una cifra altísima, especialmente si la comparamos con el 24% registrado en 2018. No solo es común: está creciendo. Las razones son múltiples, desde la sobreexposición en redes hasta la presión por mostrar resultados rápidos.

Este fenómeno no distingue sectores ni niveles de experiencia. En otro estudio, se encuestó a personas emprendedoras de distintos perfiles y se descubrió que el 78,45% presentaba niveles moderados a altos de síndrome del impostor. Además, el estudio mostró una relación directa entre la intensidad del síndrome y la dificultad para buscar financiación. Es decir, a mayor inseguridad interna, menor iniciativa para acceder a recursos económicos.

La situación se agrava en el caso de las mujeres. Según un informe de KPMG de 2023, se reveló que tres de cada cuatro mujeres ejecutivas han sentido este síndrome en algún momento de su carrera profesional. Esto, trasladado al contexto emprendedor, explica por qué muchas emprendedoras subestiman su proyecto, bajan precios por inseguridad o se sienten culpables al hablar de dinero.

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Pero, ¿cómo se traduce esto en el día a día de un pequeño negocio? Muy fácil: personas que no lanzan su producto porque “aún no está perfecto”, que no suben sus precios por miedo a “no merecerlos”, que no se presentan a ayudas, formaciones o concursos porque creen que “no están listas”, que no negocian un crédito porque no se ven como empresarias, que no se dan permiso para celebrar sus logros porque “cualquiera lo haría”.

Desde el enfoque de microfinanzas y emprendimiento inclusivo, este tema es clave. Cuando una persona emprendedora no cree en sí misma, tiene menos probabilidades de acceder a recursos financieros, de solicitar una microayuda o incluso de formalizar su actividad. A veces, las barreras no son económicas, sino mentales. Pero sus consecuencias sí son económicas. Un negocio que no crece por miedo, no factura. Una persona que no cobra lo que vale, no puede sostenerse.

¿Qué se puede hacer desde el ecosistema emprendedor? En primer lugar, normalizar estas sensaciones. Hablar de ellas sin tapujos y sin infantilizar a quien las siente. No se trata de “creer en ti” como un eslogan vacío, sino de rodearte de redes reales de apoyo, formación adaptada, mentorías sinceras y espacios donde hablar de dinero, fracaso, estrategia o precios no sea tabú.

En segundo lugar, es importante que quienes trabajan en microfinanzas, autoempleo o acompañamiento empresarial identifiquen cuándo el freno es interno. A veces, la persona tiene todo listo, pero no se atreve. Lo que hace falta es confianza, acompañamiento y herramientas claras para que dé el siguiente paso.

Porque emprender no es solo lanzar un producto, es también atreverse a ocupar el lugar de empresario/a, profesional o experto/a. Y eso no se logra ignorando el síndrome del impostor, sino entendiendo cómo influye, pidiendo ayuda especializada y venciendo el miedo.

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